Consejos vendo, para mí no tengo. "La coliflor"

Este post podría estar encuadrado en lo que llamamos un "post bipolar", porque me cuadra estupendamente en la sección "consejos vendo, para mí no tengo", pero entra dentro de una serie de historias que algún día me gustaría contar bajo el título: "Cosas que nadie te contó sobre tener un hijo, cabrones."

Por el momento lo dejo aquí porque gracias a Dios y a una enfermera que merece un altar, encontré una solución al problema de "la coliflor". ¿Y qué es "la coliflor"? Pues es el efecto lógico en tu cuerpo de empujar mucho mucho para sacar a tu vástago cabezón por un lugar pequeño. Que aprietas con todo el cuerpo. Con los ojos, con los dedos, con la cara, con la tripa, con las uñas de los pies y sí, señores míos, con el ano. Y claro, esto puede hacer (aunque no siempre) que aparezcan ellas, las temidas y escasamente nombradas hemorroides. Que hay que llamar a las cosas por su nombre.

De hecho, no os creáis que yo lo llamo "la coliflor" en un empeño de que no os sintáis incómodos.
Es que en mi caso, cuando dí a luz me visitó una enfermera master cum laude en delicadeza, y al revisarme, cuando yo esperaba que me hablara del estado de mis puntos me soltó: "¡madre! ¡vaya coliflor te ha salido!".  Ahora me río y las llamo así de coña, en aquel momento me quede con los ojos de pestaña parada.

Metáforas aparte, como podéis imaginar por la frase, yo tenía allí montado un buen percal en el que prefiero no entrar, porque es de las cosas más molestas del postparto (y anda que no hay una lista de espera larga para ser la cosa más molesta del postparto...).

Por suerte, otra enfermera salerosa me recomendó una pomada llamada Ruscus llorens que hoy recomiendo yo. He probado otras y esta es la que en mi opinión tiene un mayor efecto calmante, posiblemente porque cuenta con algo de mentol.
Para mí fue mano de santo. Eso y el hielo que me proporcionaron en el hospital, aunque con un pequeño matiz. Hago desde aquí un llamamiento a las enfermeras de maternidad para que, por favor, si ofrecen hielo a una mamá recién parida para situarlo en las zonas bajas, piensen en cómo se sentirían ellas con un iceberg por la zona. A mí me ofrecieron un lingote de hielo metido en un guante de latex que no podía ser más incómodo. Quizás este llamamiento no sea ya necesario porque dice la leyenda que en 2016, una recién mamá se plantó en enfermería en camisón y zapatillas de estar por casa, pidió su hielo y ni corta ni perezosa aplastó el guante helado contra el suelo de la planta de maternidad hasta hacerlo cachitos modelo mojito.

Para las que estéis ya en casa, los guisantes congelados (en su bolsa porfavore) son la mejor opción para situar hielo en las partes sensibles, y siempre, siempre, siempre envueltos en un trapo. Que no queremos sumar una quemadura a la hecatombe "partil".

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