A veces soy mediocre
Hace muchos años que somos amigas y siempre recuerdo
que hemos hablado de lo mismo: esa
terrible búsqueda de ser mejor, ser súper competentes, productivas. Nos reíamos
de nuestra propia obsesión por la optimización del tiempo:
- “yo es que aprovecho que estoy hirviendo un huevo para darme una ducha y así cuando salgo está hecho”
- “Yo también, es lo lógico ¿no?, y ya que vas al baño, te llevas la ropa sucia y llenas la lavadora que está ahí.”.
- “yo es que aprovecho que estoy hirviendo un huevo para darme una ducha y así cuando salgo está hecho”
- “Yo también, es lo lógico ¿no?, y ya que vas al baño, te llevas la ropa sucia y llenas la lavadora que está ahí.”.
Pero no solo nos hemos reído. También hemos comentado lo
agotador que resulta, sobre todo mentalmente, estar intentando dar el
150% de ti. O lo que es peor, según han pasado los años, darnos cuenta de que a
veces ese 150% no es necesario, ni valorado, ni útil…
¿Mediocres? Nunca, no hay peor insulto. Me recuerdo con 21
años, tras ser rechazada en varias entrevistas en un país que no era el mío, en
un idioma que no era el mío, llorando con una amiga y diciéndole: “me estoy
convirtiendo en una persona mediocre”.
No, mediocres nunca. No nos está permitido. Y no busco
culpables externos. Sé que nuestro peor enemigo, el más tirano, el que nos
hostiga a ser súper perfectísimas somos nosotras mismas. Puedo echarle la culpa
a las revistas femeninas y sus artículos sobre “cómo ser buena amante, buena
madre, buena profesional, buena amiga, buena hija y además dedicarte un tiempo
a ti misma”. Puedo echarle la culpa a la liberación de la mujer que nos puso en
la casilla de salida más tarde que a los hombres y con ansias de llegar a los
mismos sitios en una décima parte del tiempo. Puedo echarle la culpa a muchas
cosas. Pero todas las permito yo, y soy yo la que a todas les dejo espacio en
mi mente, en mi forma de ser y en mi día a día.
Y hoy, mucho de esto me suena estúpido. Porque aunque sigo
aprovechando que hiervo un huevo para hervir el chupete de mi bebé, he
descubierto que soy muy feliz sentada un sábado en el salón de mi casa leyendo
un libro mientras mi peque corretea alrededor y mi marido trabaja con el
ordenador. Y no me importa si solo leo dos páginas porque se acerca a darme un
beso lleno de mocos. Y sé que no soy peor por haber dejado de estudiar un
idioma para dedicar más tiempo a un bebé y para, en realidad, estar más
relajada en general. En realidad, me siento orgullosa de haberme dado espacio.
Hace muchos años que somos
amigas y también esto lo hemos compartido. El proceso de relajación, muy lento,
eso sí, que nos ha permitido darle un significado diferente a la palabra
mediocre. Por eso no me sorprende para nada que me haya hecho llegar este texto
que comparto hoy. Porque a veces somos mediocres, y otras muy especiales. Pero
ambas hemos descubierto que queremos ser felices, y vivir en paz. Te lo dedico.
Traducido a partir de: https://nosidebar.com/mediocre-life/
¿Y qué si lo que quiero para mí es una vida pequeña,
tranquila y simple? ¿Y qué si soy más feliz disfrutando del camino? Donde vive
la calma. ¿Y qué si soy mediocre y elijo vivir en paz con ello?
El mundo es un lugar demasiado ruidoso. Gritos, voces arengándome
y aleccionándome sobre apurar, mejorar, construir, esforzarme, anhelar,
adquirir, competir y luchar por más. Invitándome a ser más y mejor. Sacrificar
sueño por producción. Esforzarme por la erxcelencia. Ser grande o mejor
retirarse. Tener un gran impacto en el mundo. Hacer que tu vida cuente.
Pero, ¿qué pasa si para mí esto no funciona? ¿qué ocurre si
la lucha por la excelencia me pone triste, me agota y me merma? Si me deja sin
alegría. Simplemente, ¿es que no soy suficiente?
¿Y qué si nunca soy realmente buena en nada cuando sea
mayor, más allá de ser madre, y hermana y esposa? Aunque estas personas, en mi
círculo más cercano saben que las quiero y que las elegiría de nuevo si me
dieran a elegir. ¿Puede ser suficiente?
¿Y qué si nunca construyo un orfanato en África pero mando
bolsas de la compra a gente de aquí o apadrino un par de niños? ¿Y qué si
ofrezco al mundo los pequeños regalos que tengo y puedo y dejo que esto sea
suficiente?
¿Y qué si no quiero escribir un libro de cocina o crear un
negocio exitoso o dar charlas para miles de personas? Escribo porque tengo algo que decir e
invierto en una pequeña comunidad de mujeres a las que cuido y animo a quererse
y cuidarse. Por más no es siempre mejor y uno mismo importa. Y es suficiente.
¿Qué pasa si acepto este cuerpo mediocre que no es ni grande
ni pequeño? Justo en medio. Y acepto que
no tengo ganas de trabajar por abdominales de hierro ni un cuerpo con un 18% de
grasa. Y hago las paces con este hecho y decido que cuando esté en mi lecho de
muerte no me arrepentiré de haber sido simplemente yo. Tómame o déjame.
¿Y qué si soy una ama de casa más bien mediocre que
raramente barre y mayormente “mantiene” el orden y hace comida casera pero a
veces compra una pizza y que se horroriza del completo desastre que reina a
veces en su casa? Que adora planear los
menús y presupuestos pero rompe sus propias reglas y lucha contra la rigidez.
Que no se preocupa de la decoración y las cosas modernas. Cuya casa es humilde
pero segura.
¿Y qué si no estoy hecha para la frenética actividad de esta
sociedad y no la puedo soportar? Y veo a muchos otros en lo que parece ser una
ilimitada energía y aguante pero sé que necesito toneladas de soledad y calma,
y mucho descanso, y envolverme en tiempo sin horarios para estar sana. Sana
mental, física y espiritualmente. ¿Soy suficiente?
¿Y qué si soy demasiado religiosa para algunos y no
suficientemente espiritual para otros? No ferviente. No suficientemente
atrevida. Solo deseosa de compartir en momentos tranquilos, y en relacionas
genuinas mi fe profundamente arraigada. Y mis dudas y mis inseguridades. .
Va a tener que ser suficiente.
Y he estado casada 21 años y amo a mi marido hoy más que
ayer pero nunca tuve un romance de cuento de hadas y he roto las reglas de los
“expertos” en matrimonio sobre hacer miles de actividades juntos y tener muchas
cosas en común. Y no las tenemos. Y me gusta pasar tiempo sola y tiempo juntos.
¿Es nuestro matrimonio suficientemente bueno?
¿Y que si soy una madre que adora a sus hijos pero necesita
tiempo para sí misma y a veces simplemente desea ser la primera y no le gusta
jugar pero apoya a sus hijos en sus pasiones? Una mamá mediocre que no puede
estar a la altura de sus propias expectativas de ser suficientemente buena,
mucho menos de las tuyas.
¿Y qué si abrazo mis limitacions y dejo de despotricar sobre
ellas? Hago las paces con quien soy, con lo que necesito y respeto tu derecho a
hacer lo mismo. Acepto que lo que quiero es una vida pequeña, tranquila y
simple. Una vida mediocre. Una vida bella, tranquila y amable.
Creo que es suficiente.
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